4 Poemas Largos: Los Mejores de 2023 para Dedicar a Tus Seres Queridos

4 Poemas largos inéditos de Carlos Arturo Amaya Ángel, poeta colombiano

Un poema de Carlos Arturo Amaya – poeta colombiano, es uno de los autores participantes en la segunda edición antológica de «Mundo Escritores», un libro que todavía no se encuentra disponible.

El poeta demuestra su capacidad en cada verso, expresando sus sentimientos, dolores, amores, compasiones y emociones ocultas, como siempre lo hacen los poetas. Un verdadero lector, alguien que comprende la poesía, debe apreciar este gran trabajo.

Sus poemas largos no son discursos ni propaganda política, tampoco son juguetes para niños. Estos versos libres no son para personas con el estómago lleno después de una cena; deben ser leídos con cuidado y digeridos.

Estoy aquí porque quiero mejorar ese algo que siempre me ha acompañado y que me apasiona desde niño: escribir. Me fascina escribir, poder plasmar en palabras sentimientos, mundos, paisajes. Y es que, para mí, leer y escribir son dos actividades que de alguna manera siempre han nutrido mi vida y siempre han estado presentes. Yo aprendí a leer casi que antes de caminar y fui llevado de la mano por mundos inimaginables, por mi abuela y por mi madre.
Y quiero poder mejorar mi escritura para poder llegar a la cúspide de lo que siempre he soñado conseguir: leer mis escritos y decir: “Carlos, lo lograste”.

De Carlos Arturo Amaya Ángel

A continuación, disfrute los 4 poemas largos de Carlos Arturo Amaya Ángel

1 – TRES DE LA TARDE

Son las tres de la tarde. El color del mundo detenido.
Raudo un riff de guitarra desgarra mi realidad.
Trato de no pensar en nada, dejar mi mente en punto muerto,
Dejar solo que la vida se deslice por mis venas y acaricie mis recuerdos.
Es una tarde lenta como tantas otras, esas mismas que traen su sabor ocre,
Sabor a sangre detenida, a tristeza y a rutas sin transitar,
Esas que te dan ganas de vivir y de morir en un solo respiro,
De razones que empujan tu pequeño universo alrededor del sol.
Son las tres y veinte. 
La tarde deslizándose sobre olas de asfalto lacerado.
La ciudad clama por una suave brisa que seguramente no llegará, no hoy.
La radio de algún lugar indefinido mantiene su frecuencia, 
Bailan las notas y la soledad; un perro atraviesa mi sombra y la divide,
Sueña ser importante para mí, pero, nada, nada, oh, universo inverso,
Nada me hará arrastrarlo hacia la soledad de una existencia vacía de amor.
Son las tres y treinta y tres de la tarde. 
El sol desafía al cielo azul.
Tímidas nubes avanzan raudas por el cielo,
Ahora son algodón, ahora nada. 
Son los sueños sin definir de hombres multifacéticos,
Son los amores de gentes diferentes y tan iguales que duele tratar de definirlos.
Son las tres y cuarenta de la tarde. El sol se aleja derrotado.
El mundo estalla en un júbilo egoísta y altanero. 
Corren las suelas de zapatos en busca de sus destinos cabalgados por la locura,
Hombres y mujeres tempestuosas, jadeos y suspiros, azúcar morena y sal, 
Estas aquí y no estas presente, vives en la soberbia propia de no poder olvidarte.
La tarde se desliza lenta hacia su muerte, se escuchan lamentos plañideros
De mozas tiradas en hostales llenos de penumbra y televisión, 
La guitarra invoca mi canción.
La tarde corona su cenit empalagoso, se llenan los ojos de lejanía y polvo.
Son las tres y cincuenta de la tarde, temprano...pero languidece la melancolía.

2 – SUEÑOS

Los sueños que se mantienen a la derecha del camino, 
Son los que estarán presentes en el lecho moribundo y cerrarán los ojos a la muerte,
Serán amigo y enemigo, amante y esposa, o novia y amiga, para él o para ella,
Un cúmulo de sensaciones que ya no serán tan espesas como la marea,
Ni tan sutiles como la caricia temblorosa de una boca sin besar.
Los sueños lánguidos de la esperanza se cansan de caminar dormidos,
Perecen atados a los sinsabores de metas mal planeadas,
Son riachuelos cargados de detritos, una bolsa de dormir con pesadillas.

Los sueños que mantienen derecho su camino son fantasías pétreas grabadas en arena,
Son los desiertos de los corazones que nunca sabrán su realidad, serán abejas obreras
Trabajando por el egoísmo de una reina que les supo burlar las mieles del panal.
Los sueños azules de las niñas que bailan a la sombra del ritual aquelarre de la seducción, los sueños que mueven al eje central del universo, un paralelo hueco y carente de calor.

Esos, los sueños de una marea fría se lanzan a las playas azules del Caribe, rezagadas,
Sueños de manos sin caricias, o de caricias sin manos, de una boca sin sabor
De unos labios pintados de carmín y que jamás besaron, se deslizan entre sábanas
Que del amor tan solo tienen dos billetes que compran caricias tibias de sinsabor.
Esos sueños que reptan entre párpados cerrados a la realidad contagiosa,
Esos que no dejan respirar y que duelen en el infinito cerrado del corazón,
En las entrañas y en los testículos de la realidad de una cámara de fotografía
Dormida en un ventanal.

Sueños, esos, los blancos y sin valor real, los que no cotizan en la bolsa,
Sueños que suelen ser madejas de otros sueños y deseos amarrados a un vil billete de lotería, sueños cavernícolas, sueños vampiros, colgados de cabeza 
En la rama del árbol del bien y del mal.

Sueños florecidos, todos llegareis hasta el fondo del universo y navegareis en las naves 
Del viejo Caronte, sin embargo, no olvidéis esa moneda, ese sestercio, pasaje de la realidad.
Poemas largos inéditos de Carlos Arturo Amaya Ángel, poeta colombiano
Acerca de Carlos Amaya Ángel

¿Quién soy?

Soy solo yo. Un cúmulo de pensamientos que navegan raudos por un cerebro que ha vivido tanto, que ha visto tanto y que sin embargo siente que no ha vivido nada realmente. Soy simplemente un hombre. Nada especial en sí mismo. Tan solo un grano de arena en la playa cósmica de una realidad que trasciende más allá de los mismos hechos. No. No es religión. Eso se queda para algo más personal y que no necesita ser debatido. Soy un camino. Sí. Un camino tortuoso muchas veces, otras, suave y cálido por el que han andado no solo amores, también los dolores propios de una vida a la que se llega sin manual y sin un seguro de vida. Soy un refugio, sí, eso, en ocasiones llegan a mí otras entidades y pretenden creer, y creen, que soy la roca irrompible. Algunas veces, otras no tanto, pero siempre, sí. Soy un prófugo, eso también. Un día escape de la mortalidad nefasta de creer que los sueños eran imposibles y ahora huyo como alma que lleva el diablo, para que el tedio no me encuentre. 

3 – ESPEJISMO

Caminaba ayer por las calles del barrio soñoliento,
Al pasar por frente a una de las casas proletarias cerca de donde trabajo,
Lugar donde mis sueños rompen contra el rompeolas diario,
Al mirar una de las ventanas descubrí azorado a un noble can allí atrapado.
Ojos poseídos de una monumental melancolía miraban sin ver a quien pasaba
(¿Moverá su cola feliz al ver tantos extraños desfilar ante sus ojos?)
O preso de la desidia resolvió mejor estar atento, montando guardia
A unos límites ajenos y a unas fronteras impuestas por amos sin sentido.
Negra la cabeza del noble animal, quizás como sus sueños, sus ambiciones y esperanzas, brilla su pupila afiebrada por lo tosco de la tarde, 
Y mientras sus esperanzas se desvanecen tras el cristal que lo detiene,
Corre en su recuerdo el sabor agrio del último gato que atrapo ya hace mil años.
Lo miré y me miró sin verme. 
Dos figuras pérdidas de la realidad circundante,
Quise quererlo, quise que me quisiera, dos almas hermanas de la soledad,
El pavimento hacia olas candentes, mis zapatos protestaban,
El calor subía por las corrientes marinas de la tarde
La misma tarde jadeaba angustiada por los vientos agrestes del verano.
Suelen decir que los perros presienten los temblores
Que buscan abrigo y refugio ante la desesperanza, ¿será verdad o solo mito? 
Pero el perro negro de mirada turbia, aquel del que no sé si movía la cola
Seguía mirando al mundo sin ver mis buenas intenciones de quererlo
Sin importarle otra cosa que ese vidrio, muralla circundante del foso nauseabundo
De su peculiar castillo,
Soñando sin dormir y añorando, al viejo gato que atrapo ya hace mil años y una hora.
Ahí se quedó cuando mis pasos me llevaron más allá de sus desgracias.
 

4 – ¿CÓMO?

¿Cómo se alcanza una ola que ya se perdió en el mar?
¿Cómo se llama a un sueño luego de llegar el despertar?
¿Cómo alcanzarte si tus pies no transitan la ruta que trazan mis pies?
¿Cómo haré esta noche para no llorarte en brazos de la soledad?

Llega la noche, ya nada queda del día
El azul del cielo es brea y frio purpurino,
Mis pasos me arrastran hasta un bar que, en una esquina,
Juega a ser el guardián de los desamparados y sin destino.
Dentro, el aire es nicotina, pena y alcohol,
Aire preñado de melancolía, humo gris y vil desidia
Mientras en un rincón a oscuras, llora una vieja canción
En la rockola.

Mundo Escritores

contacto de Carlos Amaya

carlosamaya.angel@hotmail.com

Carlos Amaya Ángel
Más sobre Carlos Amaya Ángel

¿Quién creen que soy?

Soy sangre y tejidos, esa es la parte mundana del ser, pero también río, sueño y me pierdo entre las letras de escritos nacidos a la media noche de cualquier día, al calor propio de una colcha cuatro tigres, que casi siempre vienen en mi ayuda y que hacen que el demonio del cansancio desaparezca. Soy uno solo y miles, casi que, como el demonio bíblico, aunque si lo miro detenidamente, no soy más que un mortal tratando de capturar a las musas de un Parnaso que se avizora a lo lejos. Soy tierra, arado y sudor. Soy letras, compases, fuego de leño y calor. Soy grito de guerra y también una canción. Pueblo, danza, bambuco, pasillo y hasta un pendón.
Solo soy un hombre que delira por tener en su regazo a Calíope, quizás más, pero nunca menos.
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