6 Lindos cuentos largos y cortos que debes leer

6 Lindos cuentos largos y cortos – Te invitamos a embarcarte en un viaje literario a través de seis hermosos cuentos cortos, cada uno de ellos inspirado por la genialidad de reconocidos autores. Acompáñanos en un recorrido por las profundidades de sus inspiraciones, explorando cada imagen que han pintado con sus palabras.

6 Lindos cuentos largos y cortos que debes leer

6 Lindos Cuentos Cortos que debes leer

A continuación disfruta los 6 cuentos de 6 autores distintos, que han participados en un gran proyecto literario, una antología organizada por «Mundo Escritores».

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Cuento número 1 – de Patricia Bautista

EL INDIO TAMUZ

Tamuz era un hombre de ojos negros y mirada profunda, como la inmensidad de la montaña. Sabio en conocimiento y en armonía con la naturaleza, su presencia siempre transmitía paz. Su tez mestiza y sus raíces desconocidas eran características que nuestra familia solía mencionar. Lo conocí cuando tenía seis años en un viaje de visita a ese enigmático lugar al que se llegaba ascendiendo una empinada montaña, por lo que tuvieron que cargarme.

Aquellos que lo conocían lo llamaban el indio Tamuz. Mi abuela lo conoció a orillas de un puerto en una pequeña embarcación, y allí comenzó su amor del cual nacieron veintiún hijos, entre ellos mi madre. Mi abuela decía que mi abuelo solía perderse por días o meses en las montañas y en diferentes lugares. Ella disfrutó contando sus historias y sus viajes en busca de conocimiento ancestral. Era un hombre misterioso y curaba con hierbas; además, le encantaba hablar con los animales. Puede parecer cosa de locos, pero yo lo vi en la realidad: era un ser mágico de verdad.

Aunque yo era muy pequeña, ¿cómo olvidar a mi abuelo? Su sonrisa me cautivó. Así fue nuestro encuentro: me tomó en sus brazos, me besó en el frente y me llevó a pasear por esas tierras tranquilas donde solo se oían los pájaros cantando, el murmullo de los ríos y el remanso de un claro manantial.

 
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Él me habló de la Pachamama con fervor apasionado y me dijo: "Nunca olvides que la Madre Tierra es vida; agradece siempre por el agua, sus frutos, los animales y la abundancia de sus suelos. En sus aguas hay vida y poder imposible de imaginar. Ámala y cuídala, y ella te cuidará, mi niña".

 


Fueron pocos los días compartidos junto a mi abuelo, pero imposibles de olvidar, pues él me enseñó una gran verdad: el equilibrio con la naturaleza y el poder que ella nos puede otorgar. Tal vez era muy pequeña para comprenderlo, pero con el paso de los años,

Los días se acortaron y un día antes del viaje de regreso a la ciudad, mi abuelo me dijo: "Hoy te voy a entregar algo muy valioso para tu vida y el conocimiento de la verdad". Me tomó en sus brazos, me colocó en sus hombros y comenzó a caminar. Me llevó a ese hermoso manantial de aguas poco profundas pero transparentes como el cristal, me sumergió en sus aguas y, tomando un pequeño frasco, derramó sobre mi cabeza un aceite con un aroma a flores muy fuerte, mientras pronunciaba palabras en otro idioma que jamás había oído.



Luego salimos a la orilla y nos sentamos en la tierra junto al manantial. Se quitó su collar y lo colocó en mis manos, poniendo las suyas sobre las mías,  

comenzó a cantar una hermosa canción con voz suave que incluso los pájaros quisieron escuchar. De sus manos emanaba un calor muy fuerte que sentí que me quemaría, por lo que quise soltarme, pero mi abuelo me dijo: "no temas, mi niña, nunca más estarás sola, él siempre te cuidará y aunque siempre te perderás sola en la vida, debes recordar que nunca lo estarás".                                                                            

                                                                                                                    

En ese momento sentí que mi cuerpo se levantaba de la tierra, al igual que el de mi abuelo, mientras entonaba esa suave melodía. Ya no sentí más miedo, solo mucha paz, era algo como fuera de este mundo, y me llevó al más allá. Desde aquel momento, ya no fui la misma, mi abuelo me dijo que ese collar sería mi protección hasta el día en que viniera a buscarme. Besándome la frente, me llevó en sus hombros de regreso a la casa de mis abuelos, rodeado de montañas donde se encontró ese hermoso manantial. Al llegar, mi madre miró a mi abuelo y le preguntó por qué la niña tenía ese collar, hablando en una pequeña habitación. Se les escuchó una conversación un tanto baja de tono y después un silencio. Mi madre salió con lágrimas en los ojos, pero sonriendo, y allí se sintió mucha paz. Me abrazó y me dijo que debíamos regresar a casa al día siguiente. Me despedí de mi abuelo al día siguiente, con lágrimas en mis mejillas y con su voz entre cortada me dijo: "Mi niña, Tamuz siempre te amará", y me dio un beso en la mejilla. Mi madre me bajó por esa inmensa montaña que alguien tuvo que cargar porque era muy empinada y con mucho barro para caminar.

Después de poco tiempo, mi abuelo murió y mi madre me lo hizo saber, llenando mi pequeño corazón de tristeza. Me hizo recordar cada una de sus palabras con una gran nostalgia por no volver a verlo.

Mi abuela decía que su último deseo fue que lo quemaran y que sus cenizas arrojaron a las montañas, y así lo hicieron, cumpliendo su última voluntad. Tamuz volvió a la tierra como lo dice el escrito: "Polvo eres y en polvo te destruirás".

Los años han pasado desde aquel día en aquel manantial y mi vida no ha sido la misma. Algo dentro de mí cambió desde aquel momento que viví junto a mi abuelo. He experimentado tantas cosas maravillosas y un tanto extrañas que muchas no podrían entender o creer, quizás, si no las han vivido. Son mágicas y de origen sobrenatural, tal vez difíciles de creer, pero son de un origen ancestral. 
Le doy gracias a mi abuelo por la sabiduría y el conocimiento de esta gran verdad de vivir en armonía con la naturaleza y por otorgarme ese poder ancestral de ver la vida de una manera distinta a los demás, y tener un bello despertar de espíritu y conciencia de una manera muy especial.

No fue fácil entenderlo y al principio fue difícil asimilarlo porque solo era una niña tratando de entender algo que tal vez a nadie podría contar. Su collar siempre ha estado conmigo y me ha protegido de tanta maldad. Parece imposible que una pequeña niña haya podido recordar todo lo vivido, pero ahí está, es la realidad. Jamás lo he podido olvidar, lo recuerdo como si fuera ayer porque marcó mi vida para siempre de verdad y ha sido muy útil lo que mi abuelo en ese corto tiempo me supo enseñar.

Hoy conozco el poder que hay en la mente y en los elementos que la Pachamama con amor nos ha sabido brindar: el agua, el viento y el fuego, pero esa es otra historia para contar. Tamuz vive y por siempre vivirá en el corazón de su nieta y en la magia de aquel collar místico.
 

Cuento corto de Ángela Susana Pérez Figueroa. Número 2

– Muñeca de trapo –

Hola, mi nombre es Lulú. No soy solo una muñeca de trapo con un vestido rosa, sombrero que me queda perfecto, trenzas largas y un cabello muy bonito de color rosa; también soy la consentida de una niña que es especial porque es mi niña. Desde que estoy en sus brazos llenos de amor, he sido feliz.

Te cuento que llegué para Navidad. Apenas nos vimos, sus ojos brillaron y su carita iluminó toda la sala de su casa. Me tomó con sus manos, y solo eso nos bastó para saber que estaríamos juntas para siempre.

Desde el principio, ella inventa las historias. Pasan cosas muy locas; todo inicia con ella siendo una gran médica y yo, su paciente. No entiendo bien mis síntomas, pero ella es la mejor curándome. Cuando estoy dando mi mejor actuación, sin darnos cuenta, estamos dando vueltas en el piso, gritando y riendo muy fuerte, porque vamos en una montaña rusa. Soy su mejor compañía para esas grandes aventuras. ¡Solo ella tiene las mejores ideas!

De tantos juegos, sus rodillas han terminado raspadas, la ropa sucia e incluso un brazo fracturado. Pero yo no salió invicta: mi vestido se ha rasgado, me ha tenido que peinar de nuevo y coser algunas partes de mi cuerpo. Digamos que son gajes del oficio.

Hemos tenido que cambiar de roles cuando ella se enferma. Me pone a su lado para que la cuide, tomo su temperatura con algo que su mamá pone en mi mano y soy la encargada de darle el jarabe. Parece que no le gusta, pero conmigo sí se lo toma. Con mucha paciencia, la cuido en la noche y solo me queda esperar que se mejore para que podamos volver a jugar mañana.

No siempre se ha mejorado rápido. He tenido que correr al hospital, y yo estoy con ella cuando el médico, aparte de mí, la revisa. La mamá dice que es mejor una segunda opinión. ¿Será que no confía en mi profesionalismo si llevamos años jugando a ser médica?

También vemos juntas sus dibujos favoritos, comiendo cosas muy ricas. Aunque me manche, ella me limpia con ternura, y si ensucio mi vestido, rápidamente me lo lava. Lo mejor es cuando llega la noche: hago una oración, me acuesta a su lado y, aunque da muchas vueltas y me caigo, eso no me preocupa, ya que en la mañana regreso de nuevo a la cama.

Ella sabe cómo ponerle el alma a cada cosa que hace. Deberían verla siendo una gran deportista. Tiene tantas medallas en su cuarto que me hace sentir que sus triunfos también son míos. Cuando llega del colegio, me pone su medalla favorita en mi cuello y me siento campeona. Su mamá después me la quita, pero no me enoja, ya que es para que las dos las veamos colgadas en la pared y así, cuando entra el sol en la mañana, brillen.

Ya son años juntas en los que las cosas han cambiado. Hemos pasado de ver dibujos a ver temporadas de sus series. También le gusta mucho ver dramas. Suele llorar y yo le limpio sus lágrimas; es muy sentimental. Nuestros juegos también han cambiado. Ahora comparte conmigo las películas que le gustan y aunque algunas dan miedo, nos abrazamos muy fuerte y en cada susto gritamos ¡eso es muy divertido!

Antes cantaba por toda la casa canciones infantiles que aprendí en el colegio. Me las enseñaba para que cantáramos juntas hasta que nos dolía la garganta. Ahora la escucho cantar en otros idiomas. ¡Ya casi me sé su nuevo repertorio! Y como en los viejos tiempos, canto con ella a todo pulmón.

Es extraño ver cómo antes la emocionaba cuando le decían que bajara a comer helado, galletas y toda clase de dulces. Ahora grita con la misma emoción cuando ve que sus artistas favoritos sacaron una nueva canción, hasta llora de la emoción que le da. No entiendo mucho el alboroto que suele hacer por toda la casa, pero aun así me alegro mucho también.

Me emociona tanto verla bailar las coreografías de sus grupos favoritos. Lo hace tan bien que cuando termina, la aplaudo, silbo y salto muy alto, aunque ella no lo note. ¿Qué más esperaban que hicieran? ¡Si soy su fan número uno!

Son tantos años juntas viéndola crecer, lograr lo que se propone, estudiar con dedicación para ser de los mejores estudiantes de su clase. ¿Sabes una cosa? Así ha sido, y eso me pone tan feliz cuando saca buenas notas, ya que la veo saltar de felicidad como cuando tenía cuatro años. Aunque también la he visto llorando cuando las cosas no salen como quiere. Solo le digo en voz baja que debe estar tranquila, me aprieta fuerte contra ella y poco a poco se calma.

Ha cambiado, y eso no lo pudo evitar, pero nuestra amistad se ha mantenido intacta. Solo quiero verla crecer y lograr sus sueños. ¿Quieren que les cuenten un secreto? Al oído me ha dicho que quiere ser médica. La conozco tan bien que sé que lo va a lograr y será de las mejores sin la menor duda, aunque también dice que quiere ser chef.

Cada día me hace sentir que ella estará para mí y yo siempre estaré para ella. Cuando su cara brille como la primera vez que nos vimos o se apague su sonrisa, cuando se maquille, cuando busque cuál es el mejor peinado para su primera cita, la veré alistarse para su grado en el colegio y su primer día en la universidad. Aún tenemos muchas cosas que compartir y otras por superar, así que tendré que estar lista para todo lo que nos espera.

En su cama ya no está la colcha de osos color rosa. Fue reemplazada por una de su grupo favorito, y aunque están muy guapos, lo que más me gusta es que yo, su fiel escudera de aventuras, sigo encima de la cama. Ese espacio sigue siendo para su muñeca de trapo.
Los poemas y la poesía, ¿para qué sirven?

Las diferencias entre los poemas y la poesía, ¿para qué sirven?

Los poemas ocupan un lugar especial.. La «poesía» es el género literario que engloba todas las características y técnicas utilizadas

Lindo Cuento corto de Ligia Patiño Ronderos – #3

Hoy me van a fusil4r

Estoy atada a un árbol, esperando el momento decisivo que acabará con mi corta vida. La razón por la que ha llegado el fin de mis días es porque intenté escapar de este infierno al que entré desde los trece años, huyendo de otro infierno. En este país, ser niño y vivir en la pobreza es una desgracia. Presencio el consejo de guerra donde Marcos, el comandante del frente guerrillero, ha llamado a filas a todos los camaradas. Observo a todos de reojo, principalmente a Vanessa "La Pulga", Mercedes, Rambo y otros compañeros y compañeras con los que comparto tantos momentos en medio de esta guerra. Algunos de ellos los conozco desde niña, pues aquel grupo guerrillero, cuando pasaban por la vereda donde vivía, sacaba a los niños de las fincas y los llevaban al campamento.
 
Mientras el comandante explica en voz alta los motivos por los que voy a ser fusilada y da varias advertencias a la tropa por si intentan escaparse o entregarse al ejército, en ese instante se me pasa la vida por mi mente. Recuerdo la vereda donde vivía, mi mamá, mis hermanitos, los vecinos, la escuela. Era la tercera de siete hermanos. Mi madre era una campesina que trabajaba en otras fincas cocinando para los peones. Mi padrastro, también campesino y borracho, siempre le pegaba a mi mamá, le quitaba su dinero y abusaba de mí y mis dos hermanitas pequeñas. Vivíamos en un rancho de tabla cerca de un caserío a tres horas del pueblo, muchas veces no teníamos qué comer o simplemente agua de panela con arepa. Estudiaba con dos de mis hermanos menores en la escuela de la vereda, me gustaba mucho el estudio y soñaba con ser doctora veterinaria, pero todo eso se fue a la basura, vivía en un infierno, porque mi mamá me pegaba mucho por culpa de mi padrastro, mientras que este maldito me violó varias veces y no solo a mi sino también a Carol y a Sandra, mis hermanas menores. 

Cuando mamá no estaba en la finca, mis hermanos mayores se fueron a la capital, pues en esa región no encontraban trabajo. El día que decidí unirme a la guerrilla, salí del rancho en silencio, sin decirle nada a nadie. Solo llevaba lo puesto, ya que los guerrilleros me aseguraron que en el campamento me proporcionarían lo necesario. Cerca del caserío, unos guerrilleros me esperaban en un campero. Sin despedirme de nadie, a las dos horas de camino, llegamos al campamento y me entregaron un uniforme y unas botas.
 
Desde ahí comenzó otro infierno: hacer guardia en las madrugadas, cargar leña y agua, caminar días interminables y enfrentar combates contra el ejército. Además, sufría acoso y abuso por parte de los comandantes y compañeros. En fin, no era la vida que me habían pintado, y fue entonces cuando empecé a planear mi fuga.
 
Durante los dos últimos años, planeé lo que sería mi escape. Sería durante la guardia nocturna, y me escaparía con Víctor, mi novio. Nos entregaríamos al ejército y luego nos iríamos a la capital, pero nuevamente esos planes se frustraron. La noche en que nos escapamos, aprovechando nuestra guardia, nos alejamos del campamento llevando nuestras armas, municiones, una linterna y escasas provisiones. Avanzamos por la selva sin encontrar caminos, hasta que Víctor ya no pudo más, pues una serpiente venenosa lo había mordido y murió en medio de la selva. Yo seguí mi camino sin sospechar que ya estaban cerca de mí. A los tres días de mi fuga, una mañana, cuando iba a bañarme en un caño, un camarada me apuntó con su fusil, y otros dos me ataron y me subieron a una camioneta.
 
Luego llegamos al campamento, donde me encerraron en una cambucha sin agua ni comida, vigilada por dos camaradas, mientras Marcos decidía mi destino. Y aquí estoy, aspirando mis últimos sorbos de aire. Hace unos minutos me vendaron los ojos y el camarada que me va a matar se prepara para disparar. Escucho tres fuertes disparos, siento intensos ardor en la cabeza y en el pecho, y mi alma abandona mi cuerpo, ligera como si se hubiese liberado del peso de vivir.
 

Cuento # 4 –A continuación un cuento de Ray James López Chávez.

El edecán

De pequeño siempre miraba en la televisión programas fantasiosos, sobre todo donde hubiera un héroe que proteja a los inocentes, entre ellos tenía: Los Caballeros del Zodiaco, el Hombre Araña, los Hombres X, era tanta mi emoción que pasaba horas viéndolos y deseaba de grande ser alguien similar.
Cuando llegué a la adolescencia hubo un parapeto en mi vida, como por arte de magia olvidé esos programas, cuasi joven ahora quería ser un don Juan, algo más humano e imperfecto, en pocas palabras más real. Entonces con todos mis compañeros del colegio Independencia Americana a la hora de salida nos reuníamos cerca de los principales colegios de señoritas, tenían por excelencia para todos los gustos y estatus sociales, morenas, flacas, altas, gordas, chatas, pelirrojas, etc... Yo en particular frecuentaba la avenida Ejercito, ahí estaba el colegio María Teresita, esperaba a una chica en especial “Giovanita Lazo” brigadier general de su colegio, de contextura delgada, labios carnosos, metro setenta, cabello largo, una diosa para mí, llevé dos meses cortejándola, pero era necesario formalizar todo.
Un jueves catorce de junio, la cité al frente de su colegio, justo en las gradas de la clínica que ahí quedaba, esperé veinte largos minutos a que termine sus ensayos de la escolta, valía la pena, en eso sentí un palazo en el muslo, entre mi dolor vi la imagen más rara de toda mi vida, parecía sacado de una mala caricatura, el significado en persona de un lumpen de la sociedad, era Jaimito, un hombre delgado, desaseado y medio jorobado, - ¡Fuera de acá piltrafa! -Me dijo-, del susto corrí como dos cuadras, al revisar mi reloj ya era demasiado tarde, el susto hizo que me olvide de Giovanita, traté de ir por la otra esquina, pero en vano fue, después me disculpé con ella por teléfono, le expliqué lo sucedido, riéndose ella a carcajadas, - ¡Ah! ¡Conociste a Jaimito! Es un señor que nos cuida de los lobos que nos asechan. - “¡Encima me ofende!”, - Pensé - entonces quedamos para el día siguiente, pero esta vez sería más arriba para no toparme con él. 

Ese mismo viernes tuve prueba de física, pero la mente estaba en otro lado, no sabía ni como hallar la hipotenusa del ángulo de mi nariz, solo esperaba que toque el timbre de la salida.
Me fui corriendo, al llegar me planté en la esquina de arriba del colegio, en eso escuché otra vez a ese demonio.- ¡Oye miércoles! ¡Ya te he dicho! ¡No quiero verte aquí! -traté de razonar con él diciéndole que esperaba a mi prima para ir a casa.-
¡Que prima ni que la carabina de Ambrosio! ¡O te largas o te parto la cabeza! ¡Fuera de acá! -Estaba loco, ni si quiera era una autoridad para botarme, pero le tenía miedo. Con el orgullo en el suelo tuve que irme por segunda vez, lo estuve pensando y dije
 - ¡Esto no puede ser! ¡Giovanita tiene que ser mía! 
Solo faltaba la estocada final, no puede ser que una persona careciendo de facultades mentales completas pueda impedir mi propósito. Fui a su casa para disculparme, pero esta vez ella estaba molesta y no quiso entender mis razones, dos veces la dejé plantada, su orgullo también estaba herido, este Jaimito, me fregó la vida, pero como todo héroe enamorado en que me había convertido no dejaría las cosas como están. 

Esta vez iría con amigos a buscarla, que se cuide Jaimito, porque ya no le tenía miedo, el lunes le diría a Giovanita para que sea mi enamorada y sanseacabó.
Llegado el preciado lunes, a la hora de la salida junté a mi mancha: El Sapo,
Jorobas, La Mami, Chino, el Cuervo y mi persona, seis sería suficiente, fuimos al encuentro, yo iba por delante, llegamos al frente del colegio, no había moros en la costa. ¡De la que se salvó!, en eso vi a mi amada, sentí muchos nervios, la oreja me sudaba, el corazón me latía como cual motor, linda como siempre, justo se dirigía hacia mí. - ¡Quiero hablar contigo! - Le dije. - ¿De qué? me preguntó toda sería. -
¿Podemos hablar por favor? 
-puse mis ojos de borrego a medio morir. 
- ¡Vez Eleazar!
¡No pasó nada! Chino, Cuervo y La Mami se quedaron vigilando, Jorobas y el Sapo se fueron a jugar supernintendo, en eso que caminaba con ella, no paso ni un minuto y apareció Jaimito, nos empezó a corretear con piedras, yo la jalaba de la mano y ella se reía, esta vez no me fregaría el plan, - ¡Corre cojuda! ¡Que nos alcanza! 
Ya después de cuadra y media pude respirar, ya no estaba detrás de nosotros, en eso me dijo.- Bueno ¿De qué querías hablar? ¿Qué es tan importante, como para ser perseguido por un loco?- ¡Mira! Le dije, justo ahora que he sentido tanta adrenalina al correr por mi vida, así como cuidando de ti, me he dado cuenta de algo ¡Te quiero Giovana! , te quiero como para correr de tu mano mientras un loco nos persigue, porque no haría esto por nadie, no creo que nadie haga lo mismo, ¿Deseas ser mi enamorada?- ¡Hay tontín! ¡Claro que sí!
Entonces mismo James Bond, la abracé de la cintura y la besé con todas mis fuerzas.
Años han pasado desde ese entonces, ya estoy para graduarme como periodista, en eso compré un diario y veo en una noticia, algo que me hizo poner muy triste,
Jaimito había fallecido, trató de defender a una estudiante de unos maleantes y estos lo hirieron de muerte, fue un acto de heroísmo, aparte agregaron algo que yo nunca supe, hacía todo eso por las estudiantes por un caso que le sucedió, tenía una sobrina que estudiaba justo en el colegio Teresita, siempre la recogía, en una de esas ocasiones unos ladrones los asaltaron, lo dejaron inconsciente, a ella la violaron, al reaccionar nada pudo hacer, la señorita no soportó el agravio, se suicidó a los dos días, Jaimito quería a su sobrina como a una hija, y veía a cada niña de ese colegio como su viva imagen. Por eso las cuidaba, protegía, nunca pidiendo algo a cambio.
Más que la satisfacción de hacer lo correcto, ¡No lo podía creer!
Después de tantos héroes que vi en la televisión, diciendo que algún día yo sería uno, me topé con uno real, sin embargo, nunca lo supe, lo juzgué mal, las lágrimas brotaron de mis ojos, yo me había convertido en el villano, tantos enojos causados a un insigne hombre, un edecán en todo su esplendor. A veces uno se aparta del camino correcto por tratar de parecerse a los demás, pero siempre hay alguien que marca la diferencia, alguien con tanto amor y valor que te impulsa a seguir firme tus nobles ideales, ese es el verdadero heroísmo.

# 5 – Un cuento largo de José Luis Nieva

– Solo los sueños pueden crear un cuento –

Solo los sueños pueden crear un cuento, ya que la imaginación es infinita. ¡Sí, las hay! Miren lo maravillosa que es la mente, que por los sueños se vienen trayendo recuerdos que no se sabe cómo terminarán.

Es todo tan desordenado y confuso como un sueño. Uno empieza a escribir, digo, y terminará en mentira o literalmente verdad, o será tan confuso que volveremos a leerlo. Es tan infinito el poder del pensamiento que este cuento se puede transformar en novela.

No sé cómo empezar... sé que al fin la imaginación recorrerá los recovecos de la mente y me traerá el amor de las palabras. Bueno, empecemos.

La mujer viva

Está dormida; ella es tan buena que dormimos separados, ella en su cama y yo en la mía, aunque seamos pareja; así lo quiere y la respeto.

Yo soy un escritor, así, un escritor como se dice de raza, pero no público, solo escribo para mí. Sentado en un banco de la plaza Pontevedra, corría el año 2017 y se me acercó un joven, no de bandeja, un galán. Tengo que ser sincero, era extraordinaria su belleza, que ni la mente se puede imaginar. Yo lo vi y tengo que ser sincero, era muy parlanchín, no paraba de hablar. A decir verdad, era muy molesto. Me habló como galán, de cuantas mujeres tuvo, que la gordita que se encontró en el baile, que la flaca que mientras él solo caminaba la conquistó con su paredón blanco de dientes, y así me fui dejándolo hablar.

Me fui con la estela de sus palabras, que la gordita, que la flaquita, y eso se iba repitiendo en mi mente. Al fin, con una sonrisa, llegué a mi casa.

¡Hola, mi amor! - me dijo con su blanca y tierna sonrisa, con el habitual delantal floreado que le regalé cuando éramos novios. Un poco rata, lo sé, pero en ese tiempo el país estaba en llamas, De la Rúa en 2001 se escapaba con el helicóptero y la plata no alcanzaba. Bueno, sin más preámbulos, me esperaba la comida.

Hola, ¿qué haces? - se lo dije en seco.

Amor, ¿qué pasa?

Y yo, delirando todavía con las palabras "gordita" y "flaca", como verán, algo estaba cambiando en mí y tengo que ser sincero: tenía celos.

No tengo hambre, me iré a la cama.

Pero amor, sin comer...

¿Quieres que te lo repita?

Esa noche, ella quiso hacer el amor para relajar y liberar tensiones, pero una voz por dentro, literalmente, me dijo que no.

¿Con quién me estás engañando, ramera? - escuché murmullos afuera y sentí un perfume de hombre. Sin más, la agarré del cuello, la zarandeé tanto que ella gritaba; a decir verdad, casi la mato.
Ella me estaba engañando, lo sé, no me digan que no, ¡porque lo sé! Y me dediqué meticulosamente a investigar.

Crucé la calle y sentí pisadas; alguien me estaba persiguiendo. Me di vueltas y nada, me senté en un banco, el de siempre, y de repente, quien aparece: él, con su cara de angelito mal parido y su cutis tan fino. Que no me diga una palabra.

Hola, me dice con su voz angelical, me murmura: sabes que estuve pensando mucho en ti y creo que seremos muy buenos amigos. Me palpa el hombro con confianza.
Siento que la gente nos mira, hay tantas personas que cualquiera podría oír nuestra conversación, me pongo en alerta.

Al fin nos pusimos a charlar. Esta vez me fue cayendo bien, no me habló de sus conquistas, empezamos a hablar tanto que hacíamos ademanes de risa y piruetas con las manos. Jaja, estaba tan contento que la gente nos miraba como locos. Me habló de sus familiares y de su mujer, que estaba tan harto de ella que decidió engañarla. Al fin lo olí, olí ese perfume.

¡Hijo de la gran perra, que Dios te castigue por lo que has hecho! Has arruinado una familia, por tu culpa, por tu culpa casi mato a mi mujer.

Yo no, te lo juro, y mientras me iba persiguiendo, me siguió hasta mi casa queriéndome convencer. Yo corría y corría y me agarraba la cabeza mientras él me gritaba. Paré en la puerta de mi casa, yo entré, él se quedó afuera.

¡Ahí está tu macho afuera!

¿Estás loco?

¡Abre esa puerta maldita hija de perra y velo tú mismo! - Ella abrió de un zarpazo la puerta.

Y... solo se escucharon los sonidos de los niños jugando en la vereda y él, como si nada, había desaparecido.




Eficacia y engaños

Ella sabía que su marido no andaba bien y tenía que llevarlo pronto a un psicólogo, mejor dicho, a estas alturas, a un psiquiatra. La muy perra se aprovechaba de él siempre: hombre que veía, hombre que tomaba y, sin más, a la camita así de una. En el barrio, la muy perra con cara de Heidi andaba y sabían los vecinos que ella lo engañaba.

Él era un hombre muy bueno, a decir verdad un buenudo, y ahí, en su cuarto, con su Remington negra, el hombre escuchaba todo lo que decían las viejas chismosas. Quizás por eso, esta enfermedad de escuchar por demás le trajo repeticiones en su mente, que la Heidi lo engañaba, que hoy se trajo al doctor para que le vea la muela, y así con el carnicero y el lechero, y así, y ¡yupi! ¡Viva la pepa! Mientras él, como yo le digo, el solitario, solo escribía.

Yo lo conozco muy bien, es muy amigo mío, lo conozco tan bien que estoy en sus palabras, en sus dichos, en sus poemas. Yo escribo esto porque se patentice su vida, y será por eso que escuchaba tanto que el doctor venía seguido, terminó creyendo en engaños y desconfió de todos los médicos. Así anduvo el pobre, sin ir a un hospital, y la muy hija de perra se aprovechaba de eso, de sus problemas psicológicos, de que veía cosas y escuchaba por demás cosas.

Él, en su cuarto, una cabaña que no valía ni un centavo, sentado, se hartó y se volvió loco, empezó a escuchar voces humanas que le murmuraban: "¡Eh, infeliz, tu mujer te engaña!" Y así, mil veces; a decir verdad, no se daba cuenta de su locura y él seguía lo que decían las voces.

Eh, infeliz, ¿viste el loco del banco?

Sí, sí, sí, tartamudeando decía, el que tiene todas las minas.

Sí, escucha, ¡shhh! Y no le digas a nadie que te hablo. ¡Bueno! Escucha, pedazo de infeliz, él te engaña con tu mujer.

 No, no lo creo, él es mi amigo y nunca me haría algo así, con voz temblorosa lo decía con los ojos desorbitados.

Míralo tú mismo, pequeña rata de este mundo que solo sabe escribir. Ve a tu casa y verás que es cierto, idiota.

Él salió de su rancho, dejó las gafas, empezó a caminar solo, oía voces que lo torturaban al pobre. Caminó y caminó hasta llegar a su casa. Su mujer dormía como una chancha, una chancha, y eso es lo que es, una chancha mal parida. No me digan que no, porque lo sé. La chancha dormía y él, de un zarpazo, quiso abrir la puerta, intentó una vez, dos, hasta tres. La puerta se abrió como si alguien la abriera y dijera "pasa". Él, sin más, las voces le decían "entra". Entró, todo muy en silencio, solo se escuchaba el quejido de una cama y un olor a perfume. Sí, no había duda, en el cuarto había alguien haciendo el amor. Estiró su mano para abrir la puerta de la habitación y el quejido de la puerta se escuchó emparentado con el de la cama donde la chancha dormía. Y él lo vio, a él, a su compañero de banco, haciendo el amor con su mujer. Él se quedó mudo, impactado por la situación. El loco del banco salió desnudo, casi rozándole el cuerpo, y huyó como aquella vez que lo corrió y llegó hasta su casa. La mujer despertó y él no dijo nada.

Ella, la más perra que hay, disimulando, dijo: "¿Qué pasa, amor?"

Esa noche él quiso hacer el amor con ella, pero ella dijo que no, que estaba muy cansada, la muy viva. Él la estaba probando, porque aunque estaba loco, recordaba ciertas cosas en momentos en los que no oía voces y estaba en la realidad. Por eso, la mujer sabía de todo esto, porque hablaba con el doctorcito que venía y le contaba que, durante los episodios, había momentos de lucidez y volvía a la realidad, olvidándose de todo. Mientras tanto, él, con su súper imaginación, escribió este cuento que les relataré ahora.

Miopía

¿Qué sabrán ustedes de miopías?

Tuve que ponerme los lentes, porque, al mirarte al pasar, vi una luz. ¡Perdón! La bella saturación y yo sin gafas.

La luna... pasó por mi lado, luego me postré. "Ya te vas", dije, y sentado en esta humareda sin gafas, contemplé y, con perdón, bellos contrastes adoré.

Metamorfosis de siluetas lindas me alumbran, sí, y aquella que vi pasar dejó su deformada luz ya.

Pero, ¿qué pasa?

Pregunto yo, de espaldas, sentado y frente a la que creí luna. Y, como quien lanza una soga y trae de a poco, venía...

Y de pronto, lo imprevisto. Vi que bien se contorneaba una figura, la sombra (fruncí el ceño).

¿Pero qué pasa? ¿Por qué mi corazón está en paz... y siento alegría?

Pues la sombra era como parte muy mía.

Me percaté, al fin, que llegaba y, mientras venía, se chupaba a la luna y su ícono era ya visible: ¡una mujer!

Me percaté de que no venía sola. A todo esto, seguía mi obturación y no había nitidez.

• Te traje un regalo, perdido.

Mmm, ¿esa voz? Sentí un movimiento.

Urjo y, como si la mano escuchara, es que estaba casi cerca y solo podía oír.

Escuché, sentí clarito la imagen, su ícono, las bellas palabras en mi mente. Todo, todo se formaba al oír. Imaginé con su mano la bolsa y que me miraba...

• Oye, perdido (me dijo).

Su voz femenil, ronca y tierna, así la sentí.

• Toma, amor.

Y, al instante, una lluvia de fotos y recuerdos inundaban mi cabeza.

Y recordé la foto en la que lloraban.

Y una foto mía, muy joven, acostado. Todo era confuso y mucho tránsito.

A todo esto, el remolino seguía, y pasaban fotogramas y yo, re perdido. Pero, ¿esa?

Sí, no pudo ser, me pregunté.

El filme me raspaba y arañaba, como mi luna. Era ella, ¡ella! 
Recostada en mi húmedo pecho, solo sentía olor a sangre, y esto no lo recuerdo muy bien. Se levanta y abraza a no sé quién (sus familiares).

Desde que estoy sentado esperándola, se borraron mis memorias y estoy en un mundo verosímil como esta miopía. ¡Miopía!

Ya recordé. Me toco la cara y sigo de largo, la atravieso.

¡Hey! Me levanto.

"Amor", susurra. Sus flores se forman cada vez más cerca y el aliento que crean es el ícono de mi solitario pensamiento hasta ahora. "Te traje tus lentes (regalo)". Un ungüento pone mis lentes y su bendito humo deja de ser polvo. Ahora sí puedo ver y se convierte en mi costilla. ¿Costilla? Costilla... Costilla: humano. Dejé de ser humano.

Soy... soy un ángel, volví al paraíso.

Vi cómo alguien tiraba al humo mis partes y las adobaban.

Y todo con visión de luz y binocular.

"Amor, ¿qué pasó?" Y me contó la historia de cuánto me quería, mientras mi binocular visitaba al mundo y veía a la pobre gente trabajar. Y vi a esos que se deslizan lentamente y una luz roja y tonta ilumina, son sus ojos buscando una presa, son como estrellas plagas, como ojos ocultos ellos, colorados y retorcidos y tontos. Aúllan, se ponen bobos, no aguantan su imaginación.

Escuchas esos gritos, se están saciando. Mira cómo empañan a las estrellas con su aliento. ¿Sientes amor cómo bufan? ¿Sientes cómo apagan los estúpidos las luces de cada estrella? -Sí, amor.

El cielo es un eco. ¡Ji, ja, ju! Gritan los dioses. La gente corre, amor. Este dios se truena los dedos, llegó el tsunami pero de risas. Pareciera que el dios de ellos se hubiera tronado los dedos, uno por uno mis ojos lloran.

De a poco, dedo por dedo, es cada trueno. Las estrellas se apagan, el sonido ya es inmenso. Parece que los ángeles muchas veces se frotan los dedos. Ja, estos sí, sí, sí se frotan y no llegan para ayudar. Ayudar, palabra olvidada. Hablo de un "cielo" lleno de corruptos que al llegar la noche se preparan para maldades. Allí, amor, es donde veo ahora la trata de personas. "Shh", me dijo, "quítate los anteojos y mírame".

"¡Morí por ti!", me dijo. Su bella sonrisa, ya nítida y aroma de flor siempre tímida.

Y me contó mis esperanzas, aquello que soñaba terrenalmente.

Y que por no hablar un día la perdí, y que borraron mis males y tiene señal de no hablar (vivir tranquilo).

Y me perdía viendo trenes (distracción), abrazando almohadas (pensar), pensando en su cara (amor).


Al fin nos abrazamos, me miró y al fin me floreó. "Siempre te amé, Pepe."

Pepe...

Me llamo Pepe.





Trampas

Me dicen Pepe y soy quien escribe mi propio cuento. Verán lo que me hizo esta mujer con su eficacia de mala mujer, miren lo que me hizo.

Una vecina muy buena me hizo entender que no todos los médicos son malos. Estuve esperando en la sala del Hospital Parroisien 21, del tiempo de los militares; había mucha gente. Por fin anunciaron mi nombre, Nieva José Luis.

Al entrar tan deteriorado, me puse a aplaudir, es que en cierta forma sabía que mi mente estaba mal y aplaudir era una forma de que yo quería llegar allí y, así como si nada, me puse a aplaudir. Un policía nos detuvo en la puerta; el bobo pensaba que yo quería hacer disturbios y no sabía, obvio, de mi enfermedad. La mujer le dijo: "Oye, ¿acaso usted no sabe que la gente se enferma?" Él dijo sí, pero... y no dijo nada más, solo dijo: "Pasen, la puerta a su izquierda." Entré y ahí me puse a relatar lo que me pasaba, decía estupideces, cosas que solo una mente enferma puede alcanzar. Ese día estuve internado dos meses, me diagnosticaron esquizofrenia paranoide; en fin, algo que no se cura. Me fui tomando las pastillas, los ruidos, las visiones fueron menguando. Los médicos hacen la visita cada día para ver cómo va evolucionando el loquito, jaja, y así me dieron el alta.

Y me acordé de mi amigo, el loco del banco, fui a ver si estaba allí. Lo esperé, no lo encontré; claro, era todo una visión. Hasta me acordé del rugido de la puerta que yo había mimetizado con el ruido de la cama y saber si mi mujer me engañaba. Es que era todo tan real que, cuando le pregunté si quería hacer el amor, me dijo que no y el olor a perfume no era el del loco del banco. Y yo me pregunté si no estaría jugando conmigo. Sin más, me fui hasta mi casa. Me dije para mis adentros: "Voy a hacer una jugarreta, voy a inventar un amigo imaginario." Llego, entro a mi casa, siento ruidos, gemidos y el cricri de algo que se movía; eran las patas de la cama. Siento un olor a perfume, sí, es el mismo que siento cuando pasó lo de la puerta. Estiro la mano, siento el crujir de la puerta y los veo.




Ella, con su sonrisa de perra, me dice: "¿Qué pasa, amor?"

Yo le digo: "Nada, te traje un amigo."

Y la maldita me mira y me dice: "Qué bueno, ¿cómo se llama? Estoy sola, amor, ven y acuéstate conmigo." El doctor se queda y me mira, y me dice: "Idiota, tu mujer te está engañando." Y se ríe como un payaso maldito, abraza a mi mujer y siguen haciendo el amor, todo frente a mí.

Y como soy escritor, les dejo una pequeña reflexión:

Inteligente hormiga.

Ayer anduve mal, loco.

Pasaba por las calles y sentí que pisoteaban y golpeaban con su risa, y sentí que me sacaban algo cada uno de ellos.

Y así anduve, destruido... cada vez más, y sentí como muerta mi alma, como si la "turra" hubiese ido de parranda y en el festín, ellos.

Sí, no sentí nada.

Qué sé yo, quizás estaba muy pendiente de ellos, esos locos que afanaron los desdentados dientes... pero, ¿dientes que rieron ayer? No.

Boca que sonrió para bien.

El termo me chifla.

Miro para abajo, pero ¿qué veo?

Las minúsculas paseaban y me enseñaban.

Llevaban más que su propio peso, y yo quejándome por mi carga... y en eso, ¡ja!

Un libro se abrió como dos hemisferios (Biblia), similar a mi cerebro pero más inteligente y sabio.

Las minúsculas paseaban y me enseñaban.

Mientras, Calculan se abría y me regalaba un versículo...

Prov. 6:6: Ve a la hormiga, oh perezoso; mira sus caminos y sé sabio.

Hoy comprendo que la cama me hizo olvidar de mis amigos.

Ellos no son mis enemigos, pues me cansó realmente el lecho, me pudrió pues exhausto me dejó, meditando en mi propia opinión creyendo ser sabio. Hoy descubro que viendo un par de hormigas, eres Adonay por demás. Tú eres maestro.

Y las obreras paseaban con árboles en sus cerebros, y yo tomando mate lo más pancho.

Ellas siguen y se chocan entre sí.

Todas trabajan y, ¡cómo corren!

Como atletas, se les van las piernas; muchas veces chocan y siento que dicen: "¿Estás bien, negrita?"

Y siendo que la otra está tan cansada y se le cae el árbol, no se da por vencida; la loca, al fin, sigue su destino y su dolor.

Quizás finge, quizás no.

¿Para quién trabajan si no tienen capitán, ni dueño, ni gobernador? ¿Cuál es su destino? ¿Cuándo terminará su dolor? ¿En qué abismo se detendrá para arrojar al fin la pesa



Viendo un par de hormigas y reflexión

Explicación de la esquizofrenia, relato
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Tengo que admitir... Cuando uno escribe un cuento o una canción, depende del intérprete, la voz o la melodía que lo relata.

Muchas veces, las mismas palabras son tan bellas que uno se emociona con tan solo leerlas, sin saber de locución o música. Es que es todo tan lindo que la música la pone uno; es tan fascinante el mundo de la lectura, las palabras se transforman al oír en orquestas sublimes.

Hoy no sé qué sonará en las orquestadas palabras que saldrán, si será una bonita o triste melodía de palabras.

Cuando me enfermé, no sabía qué era la locura, obvio, y muchas veces me digo que hay tantas cosas en este mundo insoportables, que digo: "Che, quiero vivir la añoranza de aquella locura", es decir, vivir fuera de la realidad. Digo añoranza porque a mí me tocó la locura entrecomillada, linda, ya que me ayudaba el equipo de inteligencia SWAT de mi mente, de mi sola mente. Ellos fueron los que mataron a mis perseguidores, y yo los escuchaba patente, como quien prende una televisión y se pone a escuchar y admirar lo bueno o lo malo que hay en ella. Al prender la tele, me acuerdo que los programas me guiaban hacia dónde ir. Me acuerdo patente un día que hablaban de que había hackers, y yo, en mi mente, sentía que me estaban hablando de mí, y así seguí con las voces que me guiaban.

A veces, me agarra por pensar que lo frágil de la locura es tan inteligente la mente que yo, por dentro, sabía que estar loco era una vergüenza, y junto con el SWAT, me guiaban a que no diga nada, y en el momento de estar con mi familia estaba "normal", aunque tengo que decirlo, me peleaba mucho, son síntomas de mi enfermedad. Yo y mi mente sacaban fotos y las guardaba, no sé para qué, pero parpadeaba y sacaba fotos, y así iba con mi hermano Pollo.

Muchas veces, la realidad asusta, y uno tiene que refugiarse en eso que se llama locura.
 

Bonito Cuento corto de Olivier Pascalin. # 6

El ogro y la sirena

Pero tú eres... y es mi primera impresión…  perfecta dijo el ogro a la hermosa criatura.
La voz es la música del alma, continuó el ogro. Si, la mayoría de las veces, la nuestra nos confunde, la de los demás tiene el poder de seducirnos o, por el contrario, de tensarse. Fíjate que tampoco mi voz  me satisface. Demasiado fuerte, no lleva la dulzura que me gustaría compartir.
Ella: Así que ambos tenemos un problema con nuestros instrumentos, nuestras fibras del corazón.
Él: Tal cual. El sonido que sale de nuestra boca no parece encajar con la imagen que tenemos de nosotros mismos.
¿Y tú como me ves desde arriba? Preguntó curiosa Ella.
Él: ¿Para qué preguntas?
Ella: ¿Me amas?
Él: No dije  eso pero tampoco lo niego 
Ella: Ya veo.
Él: ¡Te amo por lo que eres!
Ella: ¡Gracias! Así que para ti, ¿el amor es ante todo un intercambio?
Él: Más o menos. ¿Consiste en encontrar un sutil equilibrio entre el "yo" y el "nosotros"? 
Ella: Amar es también descubrir lo que le gusta al otro. O me equivoco?
Él: No lo niegas, ¡te gusta mi apariencia!
Ella: Puede ser pero el  contenido, ¡no sé!
Él: A menudo piensas con admiración, emoción, en mis cualidades, mis talentos, y habilidades.
 La voz bajo del ogro resueno aún más fuerte  desde su acantilado penetrando completamente el cuerpo del otro ser místico, Ella, ¡una belleza sirena!

Ella: ¡Me asustes! Mi mayor miedo es que me dejen. Romper es para mí como un abandono, hasta el punto de que a veces prefiero tomar la iniciativa yéndome del estreno.
Él: No te abandonaré no te preocupes.

Fin
 

¿Sabía qué es un cuento? Te contamos

Un cuento es una narración breve y ficticia que generalmente se centra en un evento, personaje o situación específica. Los cuentos suelen ser obras literarias, aunque también pueden contarse oralmente. Estas historias suelen tener una estructura simple que incluye elementos como una introducción, desarrollo, clímax y desenlace.

Aquí hay algunas características comunes de los cuentos:

  • Brevedad: Los cuentos son generalmente cortos en comparación con otras formas de narrativa como las novelas. Su longitud puede variar, pero suelen ser lo suficientemente breves como para leerse en una sola sesión.
  • Ficción: Los cuentos son obras de ficción, lo que significa que presentan personajes, lugares y eventos imaginarios. Aunque pueden estar inspirados en la vida real o contener elementos realistas, en última instancia, son productos de la creatividad del autor.
  • Estructura: Los cuentos suelen tener una estructura narrativa clara que incluye una introducción donde se presenta el escenario y los personajes, un desarrollo donde se desarrolla la trama, un clímax que representa el punto culminante de la historia y un desenlace que resuelve la trama o deja. una impresión duradera

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